lunes, 17 de marzo de 2014

REGRESO AL PASADO



REGRESO AL PASADO
POR 
FRANCES FERNANDEZ



El día 27 de enero de 2012, ha pasado a ser de aquellos días especiales de una vida, de aquellos días que no se olvidan fácilmente y por eso, he pensado que podía compartirlo con más gente, de ahí la redacción de este artículo.
        En el cine Urgel de Barcelona (con capacidad para 1.832 espectadores es el cine de más aforo de la ciudad) se proyectó en sesión única y programa doble dentro del ciclo “Phenomena” (magnífica idea de recuperar los programas dobles dando cabida a todos los géneros) las películas “Furia oriental y Desaparecido en combate. Un verdadero y único retorno al pasado.

     “Furia oriental” se estrenó en Barcelona el día 22 de abril de 1974 en el cine Pelayo (hoy unas multisalas), en pleno centro de la ciudad, siete días antes que en la ciudad de Madrid donde fue estrenada el 29 de abril de 1974, en el cine Rex, en plena Gran Vía madrileña y hoy convertido en parte de un hotel.
  




     Años más tarde fue reestrenada en Barcelona el día 30 de junio de 1980, en el cine Capitol y en Madrid en los cines Bulevar y Fantasio, el día 22 de junio de 1980.

      Tanto después del primer estreno como en su reestreno, la película pasó por los cines de barrio o programa doble, haciendo la delicia de los más jóvenes.
   




     Su recaudación total según el Ministerio de Cultura fue de 428.269´00 euros y fue vista por 2.211.383 espectadores. Siendo comercializada por dos distribuidoras distintas, en el año 1974 por “In-Cine Distribuidora Cinematográfica, S.A.” y en el año 1980 por “Ados Films, S-A.”.
     Ver esta película en su época produjo en mi la sorpresa, el despertar, la admiración y la obsesión por este género cinematográfico, dedicándome desde ese momento a intentar asistir al pase de cuantas películas de artes marciales o de “chinos” (como las denominaban por aquel entonces) proyectaban en los cines de mi ciudad y a coleccionar todo lo relacionado con ellas.
      Las sensaciones vividas en aquellos momentos no eran comparables con nada. El nerviosismo previo a la salida desde casa hacia el cine; la risa nerviosa en la cola del cine viendo las marquesinas con los carteles de las películas, los fotocromos que se exponían en sus vitrinas (y que de vez en cuando sufrían algún expolio) y los comentarios de los amigos que tenían alguna información sobre la película o simplemente se la inventaban.
     Todo esto me venía a la cabeza mientras esperaba la proyección de “Furia oriental” el día 27, pero con incertidumbre sobre lo que iba a sentir volviendo a ver aquella película en el cine, después de estar presente durante todos estos años gracias al video, la televisión, el DVD y ahora el Blu-ray.
     Alguna diferencia había desde el tiempo en que la vi, a los días de hoy. La primera era asistir al cine solo ¡¡¡cuantos amigos de aquella época se han quedado atrás después de tanto tiempo!!! y la segunda era que ya sabía lo que iba a ver.
     Al llegar al cine, antes de comprar la entrada, me acerqué a los expositores donde se anunciaban las películas y les hice unas fotografías, estaba claro que aquel pase iba a ser especial. Después de la proyección de “Desaparecido en combate” y comprobar que había un ambiente enfervorecido, cercano al que se vivía en los cines de barrio, ya en el descanso, decidí sacar nuevas fotos de las carteleras del interior del cine y ponerme en contacto con un amigo que estando a seiscientos kilómetros de distancia no podía asistir a esta sesión pero que, sin embargo, lo sentía tan cercano como si estuviera allí conmigo, porque sabía que hubiera vivido aquellos momentos con la misma intensidad que yo, y necesitaba compartirlos con él. Entrando de nuevo en la sala me dispuse a vivir una experiencia que hacía décadas que no había tenido oportunidad de repetir.
  




     Empieza la sesión y se abren el telón y las cortinas dejando al descubierto una magnífica pantalla, quizás la más grande de los cines de Barcelona (ya me había olvidado de esta imagen tan frecuente en nuestros cines de los años 70 y 80), de repente, se proyecta el trailer original de la época de “El pequeño padrino de Hong Kong”que dio paso al jolgorio de los presentes. Este anuncio me hizo recordar las frases que aparecían detrás de las guías publicitarias de las películas, tan apreciadas por los coleccionistas.


S    iguen otros tráilers de películas de aquella época y de pronto aparece Bruce en el lado izquierdo de la pantalla ataviado con su chándal amarillo de “Juego con la muerte” y el cine estalla en aplausos. Sin embargo, al momento reconozco esa imagen como la de los títulos de crédito de “Bruce Lee, el rey del kung fu” , película protagonizada por el clon de Bruce Lee, Ho Chung Tao (más conocido como Bruce Li) y que era una “versión” de la incompleta película rodada por Bruce. Esto me confirmó que mucha de la gente que había en la sala, desconocía los orígenes de este género en España, sus películas y hasta al propio Bruce.
     En el cine existía una proporción de 20 a 80 entre espectadores que por edad vivieron los días del “boom” del cine de kárate, kung fu o de “chinos” y gente más joven. Era evidente que los “puretas” estábamos en minoría.
     Por fin, da comienzo la película y aparece Bruce Lee llegando a su escuela tarde, ya que el entierro de su maestro ya ha empezado, y la acogida del público me deja perplejo, pues no hay aplausos, ni vítores, tan solo silencio y hasta cierta frialdad cuando a Bruce le da un ataque de desesperación en el cementerio.
     La verdad es que este comienzo no da para muchas alegrías, pero no dejó de sorprenderme, después de haber vivido una explosión de júbilo al iniciarse “Desaparecido en combate”. Era cierto que bastantes personas no habían visto la película, como los cinco o seis jóvenes que estaban en la fila de delante de mí y que no paraban de hablar de juegos de rol.
     Empiezan los títulos de crédito, bastante sosos por cierto, aunque con una buena banda sonora, y el público no reacciona, pero yo comienzo a sentir con la música una intensa emoción y siento un nudo en la garganta. De pronto, una sensación de relax se extiende por mi cuerpo y noto como este se va hacia atrás, era como si la pantalla desprendiera una fuerza invisible que me empujara el pecho contra la butaca.
     Durante el transcurso de la proyección la gente empieza a reaccionar y con la escena en que Bruce se enfurece ante la provocación japonesa durante el funeral de su maestro y hace presagiar una primera pelea, el público estalla en vítores, lo que me confirma que mucha gente no ha visto la película.
     Después, en cada escena donde Bruce lucha, desde la visita de desagravio a la escuela japonesa hasta la posterior venganza enfrentándose al luchador ruso y al maestro japonés de la escuela, la sala jaleaba, vitoreaba y aplaudía. Y yo, mientras tanto en mi asiento, pude comprobar que pese a que Bruce Lee era un actor de cine bastante malo, como artista marcial es insuperable. Sus combates y su estilo llenan la pantalla como nadie lo ha hecho hasta ahora. El carisma que desprende, la agilidad de sus movimientos, la fuerza y potencia de sus golpes y sus conocimientos marciales son pura magia que te hipnotiza y te atrapa.
     Tenía la enorme duda de que las sensaciones hacia este tipo de cine podían ser debidas a unos recuerdos agradables y nostálgicos que me provocaron en su época estas películas y que se habían ido alimentando de la leyenda y evocación, pero después de ver de nuevo en un cine a Bruce Lee en acción, sé que no fue una moda, al menos para mí, sino algo más, algo auténtico y único que a mucha gente nos cambió la vida. No es de extrañar que tanta transmisión de emociones entre pantalla y público haga de Bruce Lee un referente para el cine artes marciales de las pasadas, actuales y futuras generaciones.
     Con la escena final y el grito de furia en el salto de Bruce hacia el espectador, el cine se vino abajo y pensé para mí que Bruce Lee había vuelto a triunfar treinta y ocho años después, y nuevos seguidores surgirían después de ver esta película en un cine.
     Salí de allí y mientras caminaba por las calles de Barcelona en busca del metro, como antaño, me sentía ligero de brazos y piernas, como flotando en el aire, con ritmo y unas ganas enormes de lanzar un puñetazo o una patada. De nuevo, el espíritu de Bruce había entrado en mí, como si me lo hubieran inyectado con una jeringuilla.

    Después de esta experiencia sólo me queda agradecer al grupo que hace posible estas sesiones del “ciclo Phenomena”, con Nacho Cerdá su creador a la cabeza, los momentos inolvidables que me han hecho revivir y felicitarles por su magnífica idea, valentía y acierto por atreverse a creer en este proyecto que ha iniciado en Barcelona su segunda temporada.