Conocí a Dolph Lundgren en el campeonato del mundo de Kick Boxing que se celebró en la plaza de Toros de Marbella el 13 de agosto de 1993. Aquello fue un encuentro fugaz, por lo que en aquella ocasión no pude entrevistarle.
Seis años después, me enteré que venía a Madrid, como un participante más de un cursillo de Kyokushinkai que se celebraba el día 12 de octubre de 1999. Los organizadores, me confirmaron su asistencia. La verdad es que con todo el escepticismo del mundo preparé un cuestionario, acudiendo al polideportivo donde se celebraba el cursillo. Estaba seguro de que no vendría, pero ocurrió el milagro. A excepción de algún canal de la televisión, no hubo ningún otro medio de comunicación. Allí pude grabar el entrenamiento del actor, se le notaba cómodo, a pesar de tener roto el dedo gordo del pie. No tenía ningún tipo de privilegio (tampoco nadie se lo ofreció) en las horas de entrenamiento al más puro estilo Kyokushinkai. Finalizando el seminario con combates, en esta faceta destacó por su tamaño, dureza y deportividad.
Sólo puedo decir que Dolph es la imagen perfecta del espíritu del Karate Kyokushinkai en Europa. En combate busca la eficacia, no la espectacularidad. Tampoco sus cualidades físicas le permiten grandes alardes, pues carece de elasticidad y, por lo que pude ver, tampoco presta mucha atención a este atributo, el 80 % de sus técnicas se basan en el tren superior, posee un puño demoledor y se le aprecia una gran experiencia en Boxeo.
Jesús Talan, llamó a Dolph y le preguntó si podía entrevistarle, Dolph respondió en un castellano, con ciertas imperfecciones que “Sí, sin problemas”. Al principio se mostró distante y tímido, después, según se fue desarrollando la entrevista, se mostró afable, simpático y bromista. La persona que conocí fue a un practicante de Kyokushinkai, el cual no tenía nada que ver con sus personajes en el cine.