EL CONTROL DE LA AGRESIVIDAD
Mucha gente, incluyendo algunos practicantes, piensan que las artes marciales poten[1]cian la agresividad, cuando en realidad ocurre algo muy diferente: en realidad las artes marciales permiten controlar la agresividad.
Nos introducimos con este artículo en un terreno siempre
delicado: el de la violencia, la agresividad y las artes marciales. Partimos de
la base de que el ser humano, como animal que es, tiene instintos agresivos. La
agresividad, al igual que el amor o la
sociabilidad, forma parte de la supervivencia biológica. Pero además es que
vivimos en una sociedad altamente agresiva (competitiva, despersonalizada),
donde las artes marciales pueden jugar un importan[1]te
papel para canalizar la energía agresiva y transformarla en energía positiva
para la comunidad.
El término agresividad hace referencia a un conjunto de patrones
de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, incluyendo desde
la pelea física hasta los gestos o expresiones verbales que aparecen en el
curso de cualquier negociación. La palabra agresividad procede del latín, en el
cual es sinónimo de acometividad. Implica provocación y ataque.
La agresividad no es de por sí negativa, es un instrumento
más que en ciertas ocasiones puede resultar muy útil para evitar injusticias y
para defenderse o defender a los demás. Pero para ello es indispensable aprender
a controlarla, y la práctica marcial tal vez sea la vía óptima para lograrlo.
Controlar la agresividad no significa anularla, sino ser capaz de dirigirla y
de utilizarla en los momentos y situaciones idóneas. La agresividad es
indispensable en la práctica marcial. Todo instructor de artes marciales que
estudie atentamente a sus alumnos habrá observado a menudo un hecho bastante
paradójico: ocurre que algunos alumnos muy técnicos, rápidos y eficaces durante
el entrenamiento y en peleas informales con compañeros resultan luego bastante
timoratos, ineficaces y asustadizos en combates de competición. Esto supone con
frecuencia un auténtico quebradero de cabeza para numerosos instructores y
entrenadores que no entienden cómo un chico tan eficaz en el gimnasio suele
salir siempre derrotado del tatami o del ring. Esto ocurre por una carencia de
agresividad que acarrea una inseguridad en el practicante. Como el lector habrá
podido apreciar, a nivel marcial, la agresividad no es mala; si esta se
controla. Además no siempre conduce a la violencia física; nuestro objetivo
como artistas marciales es que esto no ocurra más que cuando sea
imprescindible. Para empezar, el entrenamiento marcial constante logra que
buena parte de la agresividad acumulada en el día a día la descarguemos
periódicamente sobre un saco o un pao, en vez de hacerlo sobre familiares,
amigos o desconocidos. La posibilidad de desfogarse, de quemar energías y
lanzar puñetazos de manera inofensiva para nuestros semejantes evita que a
menudo “explotemos” de manera incontrolada en los momentos más estresantes de
la cotidianidad.
gran seguridad en uno mismo, y esto no sólo evita ser
agredido, sino que sobre todo evita ser agresor. Para empezar, porque alguien
que confía en sí mismo no necesita ir por ahí provocando a los demás para
demostrar nada. Alguien que se sabe capaz de hacer mucho daño, no sólo tenderá
a evitar la confrontación física, sino que en caso de que sea inevitable sabrá
cómo controlar al adversario sin dañarle en exceso. El auto-control es de lo
primero que se debe de enseñar a un alumno que va a dedicar parte de su tiempo
a aprender junto a otras personas a pelear. En el entrenamiento diario debe
reinar un gran respeto entre los practicantes, lo que exige un estricto control
de la agresividad para que esta no degenere en enfrentamientos. Hay que crear
un ambiente de camaradería y sustituir la competición interna por apoyo mutuo.
Insistir en la autosuperación, no en la superación de los demás, y en la
humildad (que no significa sumisión ni apocamiento) en vez de la altanería. La
agresividad ha de quedarse en los golpes al saco o a los aparatos de
entrenamiento. Contrariamente a lo que se piensa, el control de la agresividad
resulta especialmente importante para un competidor. Tanto en un tatami como en
un ring la deportividad y el respeto del adversario son siempre más valorados
que la agresividad desatada. Si bien es cierto que en ciertas prácticas
marciales, como los deportes de contacto, resulta imprescindible altas dosis de
agresividad, no es menos cierto que la clave del triunfo deportivo está en el
control de ésta. Ahí están los ejemplos de los competidores más apreciados en
boxeo: Muhammad Alí, Ray Sugar Leonard, Pernell Whittaker, Evander Holyfield y
Oscar de la Hoya. Todos excelentes boxeadores que siempre han sabido cuando hay
que“guardar la cabeza bien fría” y cuando desatar una agresividad inteligente.
Y es que en efecto, y esto es aplicable a la defensa personal, el
comportamiento agresivo está muy relacionado con la descarga de adrenalina. Una
hormona que prepara el cuerpo para el enfrentamiento, pero que si no se
controla tiende a cegar la inteligencia y a desatar comportamientos de pánico e
irreflexión. Para el combate real Bruce Lee recomendaba “la desesperación
organizada”, es decir, ser capaz como de “encender y apagar” la agresividad
según lo demande la situación. Así, en las distancias de combate larga y de
suelo recomendaba guardar la calma para estudiar al adversario y moverse con
inteligencia, mientras que en las distancias media y corta recomendaba
descargar toda la agresividad. Evidentemente, esto es el fruto de años de
entrenamiento, pero es a menudo lo que distingue a un gran maestro marcial. Por
otro lado, en la calle, ser capaz de controlarse sin dejarse amedrentar por la
agresividad del otro da una sensación de auto[1]confianza
y superioridad que puede evitar gran parte de las peleas. Pero no siempre se
puede eludir la violencia, y a veces no queda otra que defenderse y no dejarse
pisar. En tal caso cuanto mejor podamos controlar nuestra agresividad, más
posibilidades tendremos de evitar daños, tanto propios como ajenos, y de
neutralizar el conflicto y si con algo se controla la agresividad es con la
práctica continuada de las artes marciales y de combate.
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